10.11.07

Transeúntes

Ya casi no recordaba cuándo había comenzado a caminar. Habían pasado días, semanas, tal vez meses. Y sin embargo no se sentía invadido por el cansancio, ni por la fatiga, ni por el aburrimiento, a pesar del tedioso paisaje que le envolvía a cada paso que daba. A su alrededor todo eran palabras que resplandecían en la oscuridad, palabras que emitían la suficiente luz para hacer visible su camino. A veces las palabras salpicaban alguna fotografía para disfrazarla de recuerdos. A menudo eran sus propias palabras las que le envolvían, pero en muchas otras ocasiones eran las palabras de otros transeúntes las que construían ese pequeño mundo de sueños, ilusiones y simples banalidades. Aquél era un mundo imaginario en el que había logrado refugiarse para escapar de la vida real. Aquellos transeúntes se habían convertido en los compañeros de un viaje que nunca terminaba, un viaje compartido a través de un mundo integrado en una enorme constelación llamada internet. Aquellos transeúntes caminaban de la mano, pero nunca se miraron a los ojos.

Y la vida continuó hasta hoy. Él sigue caminando.

23.10.07

Miedo

Tengo miedo a ser demasiado sincero y provocar miedo en la gente que no acostumbra a decir la verdad. Tengo miedo a saber escuchar mientras otros se tapan los oídos. Tengo miedo a ser feliz y que me tachen de hipócrita. Tengo miedo de conformarme con lo que tengo en lugar de soñar con más de cuatro ceros en mi cuenta bancaria. Tengo miedo de querer sin ser querido. Tengo miedo de avanzar y no encontrar obstáculos en el camino. Tengo miedo de convertirme en un noctámbulo sin otra cosa que hacer que escribir memeces en lugares como éste. Tengo de miedo de seguir escribiendo. Tengo miedo de dejar de escribir.Tengo miedo de que amanezca y sólo pueda dormir. Tengo miedo de llorar. Tengo miedo de reír. Tengo miedo de no tener miedo. Pero ha de ser así.

26.9.07

Un periódico que nace hoy

"Para pensar de verdad, hay que arriesgarse a no tener razón. El que piensa sobre seguro, sin correr ningún riesgo, es verdad que nunca dice nada incorrecto, pero en realidad tampoco dice nada de interés. Creo que hay que intentar siempre decir algo con lo que sea posible no estar de acuerdo".

Lo dice Rafael Reig, autor de novelas como Sangre a borbotones o Guapa de cara. Y lo hace en las páginas de opinión de un periódico que nace hoy. Para un joven periodista siempre resulta atractivo asistir a un acontecimiento de este tipo. Pero más importante que eso es descubrir que no está solo, ni loco, que no es el único que tiene miedo a pensar. Hay que estar dispuesto a correr riesgos y a mostrar desacuerdo con lo no acordado. Pensar es vivir, pero es preciso pensar libremente. Para un joven periodista, la tinta que llena las páginas de un periódico nuevo huele a libertad. Pero ese olor suele desaparecer pronto. Ojalá me equivoque al respecto. Ojalá alguien esté en desacuerdo conmigo.

17.9.07

Toc toc

Alguien llamó a la puerta. Un par de golpes. "Toc toc" o algo por el estilo. Le pareció raro. Muy raro. "Toc toc", sí, eso es lo que había escuchado. Frunció el ceño. Por un instante se sintió extraño en aquel salón amplio y oscuro. El silencio había sido interrumpido por el sonido seco y contundente de una mano golpeando la puerta. "Toc toc". Dos golpes a razón de un "toc" por cada golpe. Dos "tocs" a razón de un golpe por cada "toc".

Pero eso no importa. Lo verdaderamente relevante de todo aquello no era el sonido estremecedor de cada golpe, ni el intervalo de tiempo transcurrido entre cada uno de ellos. No. Lo realmente significativo era que un tipo como él se sintiera extraño al escuchar aquel "toc toc". Probablemente alguien había llamado a la puerta. Pero nadie podría acudir a abrirla en ese salón deshabitado y triste. Ni mucho menos él. Sobre todo ahora que había dejado de existir.

21.8.07

Volver

Me adentro en la madrugada con la extraña sensación de realidad que me proporciona volver a casa. Aquí estoy de nuevo, sentado frente al ordenador, consumiendo el tiempo en un vaso con hielo. La casa aún huele a abandono, a vacío, a cerrada por vacaciones. La cuenta de correo está saturada, pero no hay ganas de detenerse a eliminar cada uno de los mensajes que atestan ese pequeño espacio propio de la Red. La maleta aún está por deshacer. Hoy ya es mañana, pero mañana no existe. Sevilla es una enorme sartén en la que muero a fuego lento, nada comparable a los lugares que he podido recorrer días atrás. Añoro el rumor del mar, el zumbido de un avión que despega, el bullicio de una ciudad desconocida que acabará por convertirse en un lugar familiar. En esta habitación, las olas no encuentran orilla en la que deshacerse, los aviones no vuelan y ya no quedan rincones por explorar. En esta habitación no puedo hacer otra cosa que recordar o narrar torpemente sobre estas líneas algunos de los momentos vividos muy lejos de aquí. Puedo observar detenidamente una fotografía y confesar que yo también formé parte de esa escena cotidiana. La memoria es un cajón en el que guardo imágenes como ésta. Y no hay nada como volver a casa cuando el regreso va precedido de un viaje inolvidable.

11.7.07

Probablemente

Debe de ser que el calor aprieta o que nunca hay suficiente cerveza cuando la sed se vuelve despiadada.

Debe de ser que julio avanza o que las fuerzas se agotan para seguir trabajando.

Debe de ser que ya hay gente de vacaciones o que me muero de ganas de salir corriendo en busca de nuevas aventuras.

Debe de ser que me pongo nostálgico o que me da por mirar fotos que ya no guardo en un álbum, sino en un disco duro.

Debe de ser que el mundo se hace grande cuando me quedo en casa o que la vida se alarga cuando descubro nuevos rincones.

Debe de ser que estoy en Dublín, apoyado sobre uno de los portones de la fábrica de Guiness, o que han pasado tres años desde entonces.

Debe de ser… Probablemente.

15.6.07

Con los pies en el cielo

Mi vida cambió cuando aprendí a volar. Desde el cielo, todo se ve diferente. Los edificios, las personas y los coches se vuelven más pequeños. Los sueños se hacen más grandes.

Volar es muy parecido a caminar: puedes mirar hacia arriba o puedes mirar hacia abajo, pero siempre es preferible dirigir la mirada hacia adelante. Otro consejo imprescindible: hay que intentar mantener el equilibrio en todo momento. Para ello es aconsejable abrir bien los brazos y no dejarse llevar por la emoción cuando el cuerpo experimente la sensación de ingravidez. A partir de ahí, lo mejor es cantar. No, silbar no. Silbar no es aconsejable. Lo que debes hacer es cantar, simplemente cantar. No importa que desafines. Lo importante es dejarse llevar. Hay que cantar con el corazón, no con el oído. Sólo así podrás desayunar un trozo de nube o acariciar el suelo con las manos sin apoyar los pies. Déjate llevar. Sólo así aprenderás a volar. Sólo así cambiará tu vida.

P.D: Ahora tengo los pies en el cielo y la cabeza en las nubes. Hay quien me critica por ello. Pero no me importa. Volar es una experiencia maravillosa.

5.6.07

Un cuento de hadas

A menudo me gusta creer que todo es mentira y que juegas a esconderte en algún rincón secreto de mi pequeña azotea. Te busco, pero no te encuentro. Mi mirada se pierde en el horizonte tras sortear cientos de tejados. Pero no apareces.

Entonces trato de imaginar dónde te has escondido. Y te imagino volando muy cerca del sol. O atravesando océanos infinitos, sumergida entre las aguas, contemplando una inmensa alfombra de coral que cubre el fondo marino. Te imagino descubriendo los lugares que siempre soñaste con descubrir. Te imagino sonriente, disfrutando casi a escondidas de la calada de un cigarro. Te imagino con un libro de cuentos entre las manos, junto a tus niños, aquellos para los que siempre fuiste como una madre. Te imagino caminando por las calles. O compartiendo una cerveza con los amigos. Te imagino sentada en tu sillón de piel, al calor de una estufa, abrigada siempre, como si el invierno nunca se acabara. Te imagino a mi lado, charlando, coleccionando en capítulos los últimos días de mi vida. O prometiéndome que pronto vendrás a Sevilla para olvidar, junto a mí, a ese cruel aliado que es el agobio. Pero todo es una ilusión. Y no apareces.

He intentado ser fuerte, pero he vuelto a derrumbarme al ver tu sonrisa eterna en una foto que dejaste. Procuro olvidarte, pero la memoria siempre vence en la penúltima batalla. A veces suena el teléfono, pero tu voz nunca aparece al otro lado. Y pasan los días.

Hay momentos en que la vida se tiñe de negro y todo parece real. El calendario se detiene en un día como éste. Y entonces desapareces. Para siempre. Pero yo juego a creer que todo es mentira, que la vida es un cuento, mientras me susurras al oído que eres mi hada madrina. Por eso no puedo verte.

Te quiero, Yiya...
Dondequiera que estés.

22.5.07

A veces yo

Fijo la vista en el espejo y no veo nada, pero al mirar hacia abajo descubro unos pies grandes que sostienen todo el peso de mi corpachón. El suelo del cuarto del baño es azul, como las fotos que nunca quise que nadie viera. A veces me entretengo fingiendo que vivo en este mundo. Me asomo a la ventana y saludo a la gente que veo pasar por la calle. Por lo general, nadie me responde. Me miran con extrañeza y luego prosiguen su camino. Me da por pensar que todo aquel que me ignora es un incrédulo. Peor aún: un vulgar incrédulo. Después... Cierro la ventana.

Otras veces me gusta creer que soy yo el que aparece en el espejo del cuarto de baño. Me afeito o me lavo los dientes mientras apoyo la mano izquierda sobre la pared. Y miro al suelo, que es azul. O miro de reojo al espejo y veo a un tipo extraño que me saluda. Por lo general, nunca le respondo. Me siento extraño al mirarle. Uso un poco de loción para después del afeitado o me enjuago la boca, según el momento. Vuelvo al mirar al espejo y ahí estoy yo. Parece increíble, pero es cierto: soy yo. Aunque eso sólo me ocurre a veces.

17.5.07

Alguien dijo alguna vez

Ya no recuerdo en qué momento de mi vida leer se convirtió en una de mis mayores aficiones. Mi amor por los libros fue en aumento conforme yo iba creciendo. Poco a poco fui convirtiendo la lectura en un lugar para la evasión. En cada página descubría un nuevo mundo. Y ciertos fragmentos de texto pasaban a ser verdaderas lecciones de vida.

Por su belleza, por el mensaje que transmitían, por el momento en que las leí, muchas palabras han cobrado un especial sentido para mí a lo largo de los años. He olvidado también el instante y el impulso que me llevó a coger por primera vez un lápiz y subrayar determinados fragmentos de un libro. Subrayaba ciertas palabras que me habían llamado la atención para que no quedaran en el olvido. Para volver a ellas en cualquier otro momento futuro.

Con el tiempo, acompañé el acto de subrayar doblando la esquina superior de la página en la que aparecía el texto en cuestión. Ese impulso se convirtió en un hábito. Y ese hábito, en una manía. Hoy por hoy, algunas páginas de muchos de mis libros tienen las esquinas dobladas. Son el fruto de una extraña pero reconfortante manía.

Ahora, sentado frente a mi ordenador, como tantas otras veces, me da por pensar en algunos cambios para este blog. Uno de ellos tiene que ver con dar cabida en él a esos fragmentos de libros en los que alguna vez, a lo largo de los años, me he detenido.

Acababa de alcanzar la mayoría de edad, cuando descubrí un libro que cambiaría mi vida. Con la cabeza repleta de sueños insulsos, factibles e inalcanzables, y el corazón luchando por hacerse un hueco en una lucha de corazones leí esto...

Qué es lo que te convierte en una leyenda, que tu nombre sea repetido por mil personas una sola vez o que una sola persona repita tu nombre mil veces.
(Héroes, Ray Loriga)

9.5.07

Lo que cabe en mis bolsillos

En los bolsillos guardo fuegos de artificio que haré estallar cuando caiga la noche.

Guardo una sonrisa tuya. Y un puñado de arena que robé a tu mirada, mientras buscabas respuestas más allá del horizonte.

Me he detenido un segundo detrás de ti, buscando también respuestas a preguntas que nunca antes me hice.

Ahora miras el agua estancada bajo tus pies, el inicio y el final de un océano que nunca llega a nacer. El cielo parece morir, atravesado por un puñal de luz que desgarra su piel azulada.

Pronto anochecerá. Vaciaré mis bolsillos ante tus ojos. Los fuegos artificiales se mezclarán con las estrellas. La arena se perderá entre mis dedos mientras mis ojos buscan los tuyos. Tal vez entonces me obsequiarás con el mejor de los premios: tu sonrisa. La guardaré en mis bolsillos junto al recuerdo de este atardecer eterno.

16.4.07

Con las velas apagadas

Cada vela apagada es un año que pasa, un puñado de recuerdos que se agolpan en la memoria, un deseo cumplido y un sueño que pronto se hará realidad... El fin de semana nos ha dejado 28 velas apagadas sobre una tarta de arroz con leche, el suelo de la terraza manchado de café, pedazos de bizcocho y botellas vacías aún por recoger... Y el olor a cera quemada flotando en el aire. Hemos vivido dos días a contrarreloj para sentirnos vivos. La suerte volvió a ser nuestra aliada y pude estar a tu lado para ver y escuchar a Fito en la noche del sábado. Sí, la reventa ofrece soluciones de última hora para indecisos como yo. El caso es que quiero volver a desearte muchísimas felicidades desde aquí, Risueña.

Los años pasan, las velas se apagan, los sueños se cumplen... Pero nosotros seguimos ahí, dispuestos siempre a disfrutar de cada momento, soplando las velas de cada cumpleaños, saboreando un trozo de tarta de arroz con leche, sonriendo con las chorradas de Pablo, jugando con María, discutiendo con Belén y Laia sobre las desventuras de Intervida, volviendo a aprender inglés con Chencho... Escogiendo un momento y un lugar como éste para volver a decirte que te quiero.

14.3.07

Paisajes desde el tren

Está bien eso de que en el tren cada cual pueda escuchar lo que le plazca a través del hilo musical. Tan sólo bastan unos auriculares. Los hay que se decantan por ver la película proyectada en los monitores que cuelgan del techo. Insisto, hay quienes se decantan por ver la película. Y hay quienes, además de verla, también la escuchan con sus auriculares. Todo eso pienso mientras contemplo el paisaje a través de la ventana. Los postes de electricidad se suceden a una velocidad pasmosa. A medida que transcurre menos de un segundo, aparece un nuevo poste, de tal modo que cada diez segundos han hecho acto de presencia catorce postes de electricidad. Son cálculos que ahora realizo mentalmente.

Mientras, en el vagón número seis del tren de alta velocidad que ha salido de Madrid con dirección a Sevilla, cada cual mata el tiempo a su manera. Excepto yo. Yo no concibo matar el tiempo porque adoro los viajes en tren. Y porque detesto matar el tiempo. Aprovecho cada momento de mi viaje, a razón de ochenta y cuatro postes de electricidad por minuto, según cálculos aproximados. Finalmente, el tren llega a su destino. Y han sido miles, tal vez millones, los postes de electricidad que han podido verse a través de la ventana a lo largo del trayecto.

22.2.07

Mirando hacia el cielo

Hoy simplemente quiero hablar de hoy. Quiero hablar de mí. Paso las horas sumergido en mi mundo de cuatro paredes, leyendo un libro y escuchando el suave punteo de una guitarra eléctrica que suena a través de los altavoces del ordenador. "Shine on you crazy diamond". Algun@s ya sabréis a qué disco me refiero. La música me hace vivir. Siento a través de ella. Pienso a través de ella. Escribo a través de ella. Como ahora, mientras los dedos de un gran guitarrista se deslizan sobre un mástil para hacer sonar una melodía irrepetible, capaz de transportarme a otro lugar sin salir de estas cuatro paredes que constituyen mi pequeño mundo. Aquí soy yo, simplemente yo. No necesito mucho más. Tan sólo el sonido de una guitarra, tal vez un saxo que acompañe mis pensamientos al compás que marca una batería.

Podría pasar media vida escuchando música. Como hoy. Música mezclada con el murmullo de la lluvia. La luz de la tarde se ha ido apagando a medida que ha dejado de llover. Pero antes de que el sol se haya despedido definitivamente de este día he salido la calle. Y esto ha sido lo que he visto al mirar hacia el cielo.

30.1.07

Espejismo

El joven escritor despertó aquel día con ganas de ser feliz. La lluvia había empapado la ventana del dormitorio, y todo lo que podía verse a través del cristal era un paisaje difuso de azoteas solitarias bajo un cielo de nubes negras. Por un instante, miró ese cielo inabarcable y le pareció mágico. Al abrir la ventana, el viento frío y húmedo se avalanzó sobre él. Había llegado el invierno. Tropezó con sus propias botas, las mismas que había dejado junto a la cama la noche anterior, y se dirigió al baño. Una vez allí encendió la radio. Todo eran buenas noticias. El locutor hablaba de un proceso de paz reestablecido en algún lugar lejano, de una vacuna contra el SIDA, de la eliminación definitiva de fronteras en todos los países del mundo. Miró entonces al espejo y no pudo evitar una sonrisa. Estaba en lo cierto: aquel día era perfecto para empezar a ser feliz.

15.1.07

Amigos

Otras muchas veces caímos al suelo, pero supimos levantarnos a tiempo. Por aquel entonces, buscábamos cobijo en la noche y consumíamos la vida copa a copa en cualquier bar de esquina. Hablábamos sin saber lo que decíamos. Caminábamos juntos por senderos oscuros con la esperanza de encontrar la luz al final del camino. Reíamos sin cesar para empezar a llorar en cualquier momento. Soñábamos con llegar a alguna parte sin perder el equipaje en el trayecto. Trazábamos curvas y líneas rectas sobre un papel con la ilusión de estar dibujando un mapa de la felicidad.

En cierto modo, éramos felices. No teníamos nada en los bolsillos y toda una vida por delante. Nuestros amores eran platónicos. A veces, competíamos por ver quién era el más rápido, pero el último en llegar era siempre el que ganaba. Jugábamos a las cartas. Siempre juntos. No nos avergonzaba confesar que por encima de la amistad no había nada. Éramos todos para uno y uno para todos. Nos empeñábamos en ser lo que todos creían que éramos. Crecimos siendo amigos. Pero muchos dejaron de crecer...

De los pocos que quedan, tú eres uno. Has vuelto a tropezar, pero estoy seguro de que has aprendido a levantarte. Con ellos o sin ellos, hay que seguir mirando hacia adelante. Conmigo... siempre.