30.1.07

Espejismo

El joven escritor despertó aquel día con ganas de ser feliz. La lluvia había empapado la ventana del dormitorio, y todo lo que podía verse a través del cristal era un paisaje difuso de azoteas solitarias bajo un cielo de nubes negras. Por un instante, miró ese cielo inabarcable y le pareció mágico. Al abrir la ventana, el viento frío y húmedo se avalanzó sobre él. Había llegado el invierno. Tropezó con sus propias botas, las mismas que había dejado junto a la cama la noche anterior, y se dirigió al baño. Una vez allí encendió la radio. Todo eran buenas noticias. El locutor hablaba de un proceso de paz reestablecido en algún lugar lejano, de una vacuna contra el SIDA, de la eliminación definitiva de fronteras en todos los países del mundo. Miró entonces al espejo y no pudo evitar una sonrisa. Estaba en lo cierto: aquel día era perfecto para empezar a ser feliz.

15.1.07

Amigos

Otras muchas veces caímos al suelo, pero supimos levantarnos a tiempo. Por aquel entonces, buscábamos cobijo en la noche y consumíamos la vida copa a copa en cualquier bar de esquina. Hablábamos sin saber lo que decíamos. Caminábamos juntos por senderos oscuros con la esperanza de encontrar la luz al final del camino. Reíamos sin cesar para empezar a llorar en cualquier momento. Soñábamos con llegar a alguna parte sin perder el equipaje en el trayecto. Trazábamos curvas y líneas rectas sobre un papel con la ilusión de estar dibujando un mapa de la felicidad.

En cierto modo, éramos felices. No teníamos nada en los bolsillos y toda una vida por delante. Nuestros amores eran platónicos. A veces, competíamos por ver quién era el más rápido, pero el último en llegar era siempre el que ganaba. Jugábamos a las cartas. Siempre juntos. No nos avergonzaba confesar que por encima de la amistad no había nada. Éramos todos para uno y uno para todos. Nos empeñábamos en ser lo que todos creían que éramos. Crecimos siendo amigos. Pero muchos dejaron de crecer...

De los pocos que quedan, tú eres uno. Has vuelto a tropezar, pero estoy seguro de que has aprendido a levantarte. Con ellos o sin ellos, hay que seguir mirando hacia adelante. Conmigo... siempre.