22.5.07

A veces yo

Fijo la vista en el espejo y no veo nada, pero al mirar hacia abajo descubro unos pies grandes que sostienen todo el peso de mi corpachón. El suelo del cuarto del baño es azul, como las fotos que nunca quise que nadie viera. A veces me entretengo fingiendo que vivo en este mundo. Me asomo a la ventana y saludo a la gente que veo pasar por la calle. Por lo general, nadie me responde. Me miran con extrañeza y luego prosiguen su camino. Me da por pensar que todo aquel que me ignora es un incrédulo. Peor aún: un vulgar incrédulo. Después... Cierro la ventana.

Otras veces me gusta creer que soy yo el que aparece en el espejo del cuarto de baño. Me afeito o me lavo los dientes mientras apoyo la mano izquierda sobre la pared. Y miro al suelo, que es azul. O miro de reojo al espejo y veo a un tipo extraño que me saluda. Por lo general, nunca le respondo. Me siento extraño al mirarle. Uso un poco de loción para después del afeitado o me enjuago la boca, según el momento. Vuelvo al mirar al espejo y ahí estoy yo. Parece increíble, pero es cierto: soy yo. Aunque eso sólo me ocurre a veces.

17.5.07

Alguien dijo alguna vez

Ya no recuerdo en qué momento de mi vida leer se convirtió en una de mis mayores aficiones. Mi amor por los libros fue en aumento conforme yo iba creciendo. Poco a poco fui convirtiendo la lectura en un lugar para la evasión. En cada página descubría un nuevo mundo. Y ciertos fragmentos de texto pasaban a ser verdaderas lecciones de vida.

Por su belleza, por el mensaje que transmitían, por el momento en que las leí, muchas palabras han cobrado un especial sentido para mí a lo largo de los años. He olvidado también el instante y el impulso que me llevó a coger por primera vez un lápiz y subrayar determinados fragmentos de un libro. Subrayaba ciertas palabras que me habían llamado la atención para que no quedaran en el olvido. Para volver a ellas en cualquier otro momento futuro.

Con el tiempo, acompañé el acto de subrayar doblando la esquina superior de la página en la que aparecía el texto en cuestión. Ese impulso se convirtió en un hábito. Y ese hábito, en una manía. Hoy por hoy, algunas páginas de muchos de mis libros tienen las esquinas dobladas. Son el fruto de una extraña pero reconfortante manía.

Ahora, sentado frente a mi ordenador, como tantas otras veces, me da por pensar en algunos cambios para este blog. Uno de ellos tiene que ver con dar cabida en él a esos fragmentos de libros en los que alguna vez, a lo largo de los años, me he detenido.

Acababa de alcanzar la mayoría de edad, cuando descubrí un libro que cambiaría mi vida. Con la cabeza repleta de sueños insulsos, factibles e inalcanzables, y el corazón luchando por hacerse un hueco en una lucha de corazones leí esto...

Qué es lo que te convierte en una leyenda, que tu nombre sea repetido por mil personas una sola vez o que una sola persona repita tu nombre mil veces.
(Héroes, Ray Loriga)

9.5.07

Lo que cabe en mis bolsillos

En los bolsillos guardo fuegos de artificio que haré estallar cuando caiga la noche.

Guardo una sonrisa tuya. Y un puñado de arena que robé a tu mirada, mientras buscabas respuestas más allá del horizonte.

Me he detenido un segundo detrás de ti, buscando también respuestas a preguntas que nunca antes me hice.

Ahora miras el agua estancada bajo tus pies, el inicio y el final de un océano que nunca llega a nacer. El cielo parece morir, atravesado por un puñal de luz que desgarra su piel azulada.

Pronto anochecerá. Vaciaré mis bolsillos ante tus ojos. Los fuegos artificiales se mezclarán con las estrellas. La arena se perderá entre mis dedos mientras mis ojos buscan los tuyos. Tal vez entonces me obsequiarás con el mejor de los premios: tu sonrisa. La guardaré en mis bolsillos junto al recuerdo de este atardecer eterno.