18.9.06

Me encantaría que escribieras...

“Me encantaría que algún día escribieras una gran novela, amor mío”, son sus palabras. “Me bastaría con escribir algo decente”, añade él mentalmente. Pero no dice nada. Simplemente la besa en la frente antes de apagar la luz, la misma luz del flexo que cada noche les acompaña en su ya habitual rato de lectura. Tan sólo unas páginas. Diez. Veinte a lo sumo. Pero siempre cumplen ese ritual. Leer, simplemente leer.

A menudo ella se desvanece nada más comenzar su lectura. Para él, leer por la noche se ha convertido en casi una necesidad desde que era un adolescente. Así ha pasado su tiempo. Ahora sus noches se llenan siempre de literatura.

No siempre. En muchas ocasiones, se deleitan el uno con el otro, acariciando sus cuerpos, mezclándose, jugando a ser uno mismo durante unos instantes breves pero eternos. Otras veces, sin embargo, simplemente leen. Y cuando el sueño aprieta, duermen. Ella es la primera en cerrar el libro y apagar la luz de su mesita de noche. Después se acurruca a su lado. Y rápidamente abandona este mundo. Más tarde, él repite la operación.

Pero no siempre leen. A veces simplemente hablan. Hay tantas cosas de qué hablar... Es el caso de esta noche.

“Me encantaría que escribieras...”

Eso, escribir. Pero no sabe qué decir. No tiene palabras. Y sin embargo, ahora piensa en ello. Esa frase le hace pensar. Piensa que tiene que escribir. Piensa que está perdiendo el tiempo. Piensa que ella tiene razón. Piensa que quiere escribir. Esa frase tan inocente pero sincera ha despertado en él las ganas de contar algo. Pero es difícil contar algo cuando no se tiene claro lo que se quiere contar.

A menudo lo ha intentado. Escribir. Lo ha intentado. Pero nada. Sólo a veces lo ha conseguido. Hilvanar unas cuantas palabras con algo de sentido. Tal vez sin ningún sentido, pero con algo de belleza.

Y entonces piensa: no todas las novelas son obras maestras. Y a continuación comienza a escribir, con la certeza de que aquello irá a parar a la papelera.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre encontrarás una razón para no escribir. Conozco hasta cicuenta y cuatro y la cosa aumenta. Pero, no hay que doblegarse. Te sientas frente al ordenador y dices: Voy a escribir porque me sale de los cojones y punto.
Así de fácil.

Anónimo dijo...

A veces, como dice Antonio Muñoz Molina, para escribir un libro simplemente hay que merecer una primera frase. No sé cuál es la manera de merecer esa primera frase, pero pienso que puede lograrse leyendo, llorando, riendo, sufriendo, amando, cayendo en la rutina y saliendo de ella, pegando patadas a un balón o a una pared, abriendo y cerrando las puertas. Me dirás que esos son los ingredientes de la vida, esa normal y corriente que nos encuentra cada mañana en la esquina. Desde luego, te responderé, es que la literatura es la vida. Sólo hay que observarla, ver en ella aquello que otro no son capaces de ver. Y entonces, como de la cada, surge la primera frase, el primer verso. El resto, ya es cuestión de querer o no querer hacerlo.
Un besote guapo, me está gustando lo que piensas aquí en la azotea. Tenemos un café pendiente...

a veces yo dijo...

Me encanta tenerte como invitada en mi azotea. Nos vemos aquí o en El Rincón de Martika, pero habrá que buscar un lugar menos virtual para tomar ese café. Un beso.