
La miró, como hubiera mirado a cualquier otra chica de su misma edad, de soslayo, con la timidez propia de un chico de doce años pero multiplicada por cien. Ninguno de ellos dijo su nombre. Eso ocurriría más tarde, cuando de alguna manera se hicieron amigos. Oskar y Eli, así se llamaban. Un chico tímido y una chica misteriosa. Desde entonces la soledad fue cosa de dos. Juntos descubrieron una sensación que algunos se atreverían a llamar amor. Y compartieron hasta el último de sus secretos.
Sólo él sabría abrigar a la chica que nunca tenía frío, mirándole a los ojos una y otra vez, descubriendo en ellos la vida eterna, aceptando que el amor no conoce barreras. Ni siquiera cuando se trata de amor entre un niño y una vampiresa.
4 comentarios:
Qué alegría que hayas vuelto. Me han encantado los dos primeros posts, y no ha sido porque tu largo silencio se haya roto de repente con algo más que palabras.
Ahora que ya estamos en plena primavera y el verano se acerca, es un gran momento para volver a tu azotea a tomar el sol contigo.
Un abrazo.
a la larga es una putada para el muchacho, porque vaya vida que le espera... ¿o igual no?, depende de lo que uno espere de la vida, lo mismo ha encontrado a su chica y esa vida es la mejor que espera llevar... (uf, q espesita toi). Me alegro leerte otra véz. Besitos para los 3 superfamily
Buenas ...
Todo el mundo me la recomienda. Tendré que ir a verla, la has enmarcado bastante interesante. Gracias!
Abrazo lunático.
y si el amor ignora naturalezas, la soledad debería hacer lo mismo..
Entretanto, sus manos seguirán juntas..cobigadas por la ilusión de un primer enamoramiento
Publicar un comentario