10.11.07

Transeúntes

Ya casi no recordaba cuándo había comenzado a caminar. Habían pasado días, semanas, tal vez meses. Y sin embargo no se sentía invadido por el cansancio, ni por la fatiga, ni por el aburrimiento, a pesar del tedioso paisaje que le envolvía a cada paso que daba. A su alrededor todo eran palabras que resplandecían en la oscuridad, palabras que emitían la suficiente luz para hacer visible su camino. A veces las palabras salpicaban alguna fotografía para disfrazarla de recuerdos. A menudo eran sus propias palabras las que le envolvían, pero en muchas otras ocasiones eran las palabras de otros transeúntes las que construían ese pequeño mundo de sueños, ilusiones y simples banalidades. Aquél era un mundo imaginario en el que había logrado refugiarse para escapar de la vida real. Aquellos transeúntes se habían convertido en los compañeros de un viaje que nunca terminaba, un viaje compartido a través de un mundo integrado en una enorme constelación llamada internet. Aquellos transeúntes caminaban de la mano, pero nunca se miraron a los ojos.

Y la vida continuó hasta hoy. Él sigue caminando.