27.12.06

Bienvenida, risueña

Puedes creer en un dios escrito con minúsculas o no creer en nada. Puedes atravesar a nado océanos infinitos o quedarte en la orilla mientras las olas se deshacen bajo tus pies. Puedes fotografiar cada instante que pasa o describir con palabras todo lo que ves. Puedes hablar sobre ti o ser tú mientras hablas sobre algo. Puedes convertirte en Cenicienta o ser la princesa de mis sueños más allá de la medianoche. Puedes crear un blog abierto al mundo entero o meter trocitos de tu vida en un baúl desordenado. Puedes vivir en este espacio sin dueño ni fronteras o simplemente estar viva. Puedes sentarte a mi lado o simplemente estar cerca. Puedes empezar por el principio o elegir cualquier excusa como punto de partida. Después sólo tendrás que echar a volar tu imaginación. Bienvenida, risueña.

19.12.06

Prácticas de vuelo

A menudo me gusta jugar a ser yo, sentarme frente al ordenador y expresar lo que siento, describir lo que veo y lo que no veo, alcanzar lo inalcanzable gracias a las palabras, engañar al más listo y entretener al menos avispado, atravesar océanos de hielo mientras mi corazón arde, desafiar al destino viviendo en el presente, esconderme en el vacío, comer a lo grande, leer cuentos chinos, aprender a ser alguien, comprar sin dinero, trabajar por amor al arte, escribir, escribir, escribir y empezar de nuevo. Como ahora.

A menudo me gusta jugar a ser yo, construir una azotea con vistas al infinito e invitar a cualquiera a visitar otros tejados, desafiar a la gravedad con los pies en el suelo, rebuscar en mi cabeza necedades que valgan la pena, dialogar con las palomas que detienen aquí su vuelo, fumar el humo que contiene el aire y apagar el cigarrillo que quema los pulmones, recuperar el tiempo perdido mientras pierdo el tiempo, hacer amigos, incluir el término "postear" en mi diccionario particular, navegar por internet sin remedio, escribir, escribir, escribir y terminar de repente. Como ahora.

26.11.06

Hoy... Mañana

Hoy aquí. Mañana allí.

Hoy todo. Mañana nada.

Hoy te dicen: “Despierta, ya has dormido bastante”. Mañana no habrá quien duerma.

Hoy certeza. Mañana incertidumbre.

Hoy dolor de muelas que se hace insoportable y que no te deja hacer nada porque nada es demasiado para tanto dolor, millones de analgésicos que no sirven para nada porque nada no quiere saber nada de nadie, porque está harto de todo y no está dispuesto a seguir aguantando tanta impertinencia y tanta gilipollez, quiere acabar con todo pero todo también es demasiado para nada, porque nada, a pesar de no querer saber nada de nadie, no puede escapar, porque el mundo es demasiado pequeño y no hay dónde esconderse y el dolor de muelas sigue jodiendo como puede a cada minuto que pasa. Mañana, tal vez, visita al dentista, búsqueda de algún resquicio en el que enconderse, huída, adiós al dolor, demasiado, demasiada impertinencia y demasiados impertinentes, demasiada gilipollez y demasiados gilipollas que también buscan dónde esconderse pero no pueden porque ya no queda sitio para ellos cuando el dolor se acaba.

Hoy yo. Mañana tú, él, ella, nosotros, vosotros, ellos y ellas y vosotras y nosotras.

Hoy en casa del herrero. Mañana cuchillo de palo.

Hoy salmón noruego. Mañana bocadillo de salchichón.

Hoy amor verdadero que cura y que mata y que no deja dormir. Mañana lágrimas de desamor.

Hoy noctámbulo y emprendedor, cazador vespertino de sueños, amante de mujeres que con la mirada matan, habitante de un mundo de dolor que llora y que vive y que juega a las cartas, ladrón de besos, escritor de cuentos que no cuentan nada, pasajero de un tren a ninguna parte, matriculado en periodismo, licenciado en ciencias de lo que pudo ser y no fue, doctor en recuerdos inolvidables, coleccionista de almas, asesino de masas, vagabundo que malvive como no puede, millonario que derrocha lo poco que tiene, mercenario de mi propia guerra fría, amigo de la duda, enemigo de la tristeza, triste como tú. Mañana nadie.

Hoy por ti. Mañana por…

Hoy piensas: “Todo pasa y todo queda”. Mañana: “¿Todo pasa? ¿Todo queda?”

Hoy felicidad. Mañana tristeza.

Hoy se acaba. Mañana empieza hoy.

12.11.06

Un nuevo amanecer

Desde hace algunos días mi vida es una cuenta atrás, un guión escrito de antemano por ti, una película basada en hechos reales que supera por igual la realidad y la ficción. Una historia con principio, desarrollo y desenlace con nosotros como protagonistas. Tú y yo.

Todo comienza en el mes de abril. Un día cualquiera. Un año cualquiera. El principio puede ser el principio de cualquier historia: dos personas que se encuentran; una simple casualidad (o una casualidad simplemente); una calle vacía (en una bella ciudad); una mirada… Y mientras aparecen en pantalla los créditos de entrada, ella sonríe. Entretanto, el sol se desvanece en el horizonte. La luz se apaga. Un fundido a negro da paso al título de la película.

El desarrollo ya lo conoces. Una cita por la noche. Cena en primer lugar. Tomaré sopa, gracias. Yo también. Vino para acompañar. La vela permanece encendida en el centro de la mesa. Luz tenue. ¿Cómo llegaste aquí? ¿A qué te dedicas? Sí, yo tampoco soporto a esos hipócritas que parecen tener solución a todos los problemas que el mundo padece. El mundo está hecho una mierda. ¿Tomarán algo de entrante? Sí, una verdadera mierda. De postre he de recomendar a los señores la tarta de la casa. No tomaremos postre, gracias.

A eso de las dos de la madrugada, tras la cena y dos copas de más, llega el momento del beso. El cielo estará a sus pies en tan sólo unas semanas. Antes, ella habrá jurado pasar el resto de sus días junto a él. Tal vez después.

El tiempo pasa. Una noche, dos noches, tres noches. Un coche que atraviesa el país. El mar como telón de fondo. Lisboa es demasiado grande para los dos. El viento azota sus rostros mientras pierden la mirada en el infinito. Dos cuerpos que se entremezclan. Una noche más. Un viaje inolvidable. Y tantas otras noches.

La vela se derrite. La luz se debilita. Son demasiados los recuerdos que pasan por su mente en un solo momento. Sentado sobre la cama, el joven enamorado lee con atención los folios que acaba de encontrar en un cajón de la mesita de noche. Es el guión de una película que narra el encuentro de dos personas. Un día cualquiera del mes de abril. Un año cualquiera. Una historia con principio, desarrollo y desenlace con nosotros como protagonistas. Tú y yo.

El desenlace ya lo conozco. Tres protagonistas son demasiados para esta historia. La vela se consume. La luz se apaga. Pero el sol aparece lentamente en el horizonte. Y mientras la luz cálida de un nuevo amanecer sortea la silueta de un hombre en primer plano, una última palabra aparece sobreimpresa en la pantalla. Fin. Después, fundido a negro.

8.11.06

Resucitar

En primer lugar, es conveniente desempolvar los textos olvidados. Volver a empezar. Como en los viejos tiempos, cuando el reloj no marcaba las horas y el mundo cabía en estas cuatro paredes. Ahora las paredes no son las mismas, pero el mundo sigue girando sobre sí mismo mientras el tiempo pasa. Tú tampoco eres el mismo de antes. El tiempo no pasa en balde. Torres más altas han caído desde entonces, es cierto, pero nada te puede hacer caer a ti.

“Gabriel suele mentir”. Así comienza uno de esos textos olvidados que ahora vuelves a leer después de tanto tiempo. Esta jodida vida se ha llevado demasiados momentos sin que te des cuenta. Has permanecido muerto sin haber apretado el gatillo. Pero ha llegado el momento de resucitar. Desafiando a la muerte. Disparando a matar.

“Miente simplemente porque no le basta con decir la verdad”, continúa el texto. La verdad nunca es suficiente, pero a ti te basta.

31.10.06

¿Mañana?

No tengo miedo. He mirado hacia arriba y el cielo sigue en el mismo lugar. Juraría que hasta ayer era otoño, pero hoy el día es espléndido y todo me hace dudar. El reloj sigue funcionando. Supongo, entonces, que el tiempo pasa.

La música suena, una canción tras otra. No es momento de escuchar un vals. Una voz quebrada habla de sobrevivir. Supongo que no es para tanto, pero así es el rock. Unas veces se gana y otras veces se pierde, pero siempre hay que apostar cuando las guitarras rugen y el nivel de adrenalinan sube. Se trata de vivir al límite, como si cada segundo fuera el punto y final de nuestras vidas. Hoy aquí. Mañana no importa. Ahora, por favor, discúlpenme. Una nueva canción acaba de comenzar. Y tengo que vivir.

29.10.06

Equilibrio

Ella nació para estar con él, pero es demasiado joven. Él es lo bastante adulto como para arriesgarlo todo cuando las apuestas están 10 a 1 en contra. Ella se deja abrazar cuando tiene frío. A él le gusta arriesgarlo todo mientras se abraza a ella. Dicen que algo llamado amor les obligó a apostar. Y ganaron. Ahora tratan de huir de la monotonía. El cielo siempre se vuelve oscuro cuando anochece y la luz sólo regresa con cada nuevo amanecer. Lo han intentado todo. Pero es difícil escapar sin saber hacia dónde. Por ello se inventan historias de las que son protagonistas: sueñan con ser dos asesinos a sueldo a los que no le quedan balas, los reyes de un castillo sin puertas ni murallas... O tal vez los detectives que siempre acaban descubriendo al asesino o los bloques de piedra con los que se construye un enorme castillo. Qué más da. La plaza está tan vacía como una nevera vacía. Tan sólo pueden verse las sombras de dos figuras que se dan la mano emulando a algún artista del alambre. Tratan de mantener el equilibrio.

22.10.06

Una azotea en el fin del mundo

El joven escritor continuó caminando hasta descubrir una azotea con vistas al vacío infinito. Fue entonces cuando se detuvo. Tal vez el mundo termine aquí, pensó, y concluyó su camino. Ante sus ojos, la inmensidad de un océano que se confunde con la línea que lo separa del cielo allá en el horizonte. A sus pies, el azote de las olas. Ha merecido la pena caminar hasta aquí, piensa en ese instante, mientras el aire frío acaricia su rostro. Sus pasos se han detenido definitivamente al borde de este precipio incomparable. Cuando era niño pensaba que el mundo no tenía límites, que la tierra era infinita y que ningún hombre sería capaz jamás de alcanzar los límites que, ahora, muchos años después, él ha conocido.

Es el momento de regresar, murmura para sí mismo, mientras se agacha para coger una piedra del suelo y lanzarla al agua. Espera unos segundos, un minuto... Pero no logra escuchar el sonido de la piedra cayendo al mar. El rugido de las olas, el viento que se hiela a cada segundo que pasa, el aleteo de las gaviotas... Todo ello forma parte de este paraíso eterno. Ahora lo sabe. Desde esta azotea no pueden contemplarse otros tejados. Tan sólo el infinito.

19.10.06

Caminando

Camino sin descansar porque descanso cuando camino. Sólo al caminar el mundo parece más pequeño. Todo está al alcance de la mano. Lo mejor de todo es recordar -como lo hago ahora- estos días que ya pertenecen al pasado, días en los que he vuelto a caminar acompañado de Ana, mi inseparable compañera de viaje. Nuestras maletas recorrieron durante once días algunos de los rincones más bellos de Polonia e Irlanda. Y en ellas hemos guardado un buen puñado de recuerdos.

Sólo ahora, aquí, de nuevo en mi azotea, me siento cansado. Y mientras deshago las maletas me da por recordar alguna canción desconocida que llena de vida la noche de un pub de Cracovia. Mis ojos todavía parecen estar contemplando el dulce color anaranjado del atardecer en un paisaje ahora ya lejano. Quiero seguir caminando a lo largo y ancho del planeta. Sólo así me siento vivo. Quiero perderme entre la multitud que abarrota una taberna en Galway, mientras apuro el último trago de cerveza. Quiero dejarme arrastrar por la corriente del río Dunajec, mientras observo de reojo la frontera eslovaca en la orilla derecha. Quiero contar de nuevo con Dani para hacer de las distancias interminables un delicioso paseo. A él, pero también a Asia, a Ania y a su encantandora familia, quiero darles las gracias. Gracias por caminar a nuestro lado. Gracias por permitirnos meter un trocito de mundo en nuestra maleta.

3.10.06

No llueve

Todo está en calma. Tan sólo la dulce voz de Madeleine Peyroux quebranta el silencio de esta habitación. Supongo que es hora de dormir. Pero yo sigo aquí, atrapado en la red, tecleando suspiros en esta noche quieta. Salgo a mi azotea y miro al cielo. Las nubes parecen pasajeras de un vuelo que están a punto de perder. Se mueven al ritmo de un viento otoñal que anuncia lluvias. Pero no llueve. La canción que suena ahora lleva por título "This is heaven to me". Una delicia. El saxo da forma a una melodía que se desvanece lentamente hasta devolver el silencio absoluto a este lugar. Y poco más.

1.10.06

Echarte de menos

Podría hablar de amor o decirte simplemente que te quiero, perderme entre las páginas de algún libro y hacer que el tiempo pase más deprisa, sentir que el lunes ya ha llegado y tú con él, tener la certeza de que esta semana es sólo para nosotros, para ti y para mí, para nosotros, escribir frases deshilvanadas en este blog diseñado para nadie pero abierto al mundo entero, disfrutar de tu sonrisa infinita en la foto que dejaste sobre esta mesa desordenada, navegar en un mar de dudas, soñar contigo. Podría, simplemente, echarte de menos, como hago ahora.

29.9.06

Ya somos más viejos, Chencho

Vivimos el presente con dignidad y optimismo, pero a menudo nos da por recordar tiempos mejores. Lo hacemos entre risas, con la confianza que nos otorga lo vivido, con la certeza de que merece la pena celebrar algo, con la convicción de que siempre hay algo que celebrar. La fiesta puede comenzar un día cualquiera. Basta el rugido de una guitarra y algunas cervezas. Sólo entonces afloran los recuerdos. Y soñamos con viajar a lo largo y ancho de este mundo, con una cámara colgada al hombro y un cuaderno de notas en el bolsillo, como en otros tiempos.

Mi buen amigo juró que algún día regresaría a Guatemala. No dudo que así será. Quién sabe si en la próxima ocasión yo estaré a su lado, contemplando atardeceres en Tikal o a bordo de una lancha, atravesando el Lago de Atitlán. Nos queda mucho tiempo por delante, pero es difícil presagiar una segunda parte para aquella aventura inigualable. En Guatemala aprendí a convivir con el destino, llené mi maleta de recuerdos y regresé a mi rutina de cada día en este lado del atlántico. Allí, también, gané un amigo.

Siempre soñó con ser corresponsal de guerra, pero de momento se conforma con vivir pegado a su cámara, aquí o allí. Son casi inseparables. Ella y él.

Hoy es su cumpleaños. Por delante, toda una vida. El camino será largo, pero merecerá la pena recorrerlo a su lado. Sólo sus amigos le llaman Chencho. Y todos los que compartimos ese honor sabemos, precisamente, que los amigos verdaderos se pueden contar con los dedos de una mano. Él es uno de ellos. Chencho, cabrón, cómo te quiero.

Sabina para siempre

El maestro Sabina brilló anoche con luz propia en Sevilla. Apenas llevaba media hora sobre el escenario cuando caí en la cuenta de que ese tipejo de figura escuálida y bombín negro había llenado de música la mayor parte de mi vida. Su largo repertorio me hizo reeditar algunos episodios inolvidables del pasado. Inolvidables, en parte, gracias a sus canciones. Sus comentarios intercalados entre canción y canción provocaron el delirio del público que abarrotaba el Auditorio sevillano. Fue un concierto para escuchar, ver, sentir... Pero sobre todo fue un concierto para dar rienda suelta a la memoria. El viejo cantautor sigue en forma. Gracias a él todavía me pregunto quién se dedica a robar el mes de abril o por qué la calle Melancolía puede ser un lugar maravilloso para pasar los días y las noches. Gracias, maestro. Digan lo que digan, tu voz quebrada siempre será una dulce melodía.

23.9.06

Nada es lo que parece

Qué puedo hacer si nada es lo que parece, si el sábado amanece más tarde, si la cama está deshecha, si el desayuno es demasiado ligero, si el equipo de música sólo escupe rock, si la ropa está arrugada, si la plancha está estropeada, si nada invita a salir a la calle, si el destino es incierto, si las gotas de esta lluvia inminente no secan el suelo de la terraza, si un amigo espera una llamada de teléfono, si el teléfono está apagado, si las horas pasan, si es más fácil caminar descalzo sobre el asfalto, si no queda aceite para freír las croquetas, si las críticas no son constructivas, si el miedo constituye una barrera, si no hay miedo, si no hay barreras, si no queda esperanza, si la felicidad está demasiado cara en los supermercados, si el dinero no sirve para comprar felicidad, si comprar lo es todo, si todo es nada, si nada es lo que parece. Qué puedo hacer si las palabras no bastan para poner orden dentro de este delicioso caos.

19.9.06

Entre las dunas

Camino por una playa imaginaria repleta de dunas. El sol se desvanece en el horizonte hasta mezclarse con el mar. Las olas se deshacen en la orilla con un murmullo casi mágico. Y pasa el tiempo. Pero el reloj no marca las horas.

Me pasaría la vida entera en este lugar. O al menos media vida. Después moriría entre las dunas, escuchando el murmullo de las olas que se deshacen en la orilla, cuando el sol se ha transformado ya en una débil línea anaranjada que, allá en el horizonte, se confunde con el mar.

18.9.06

Me encantaría que escribieras...

“Me encantaría que algún día escribieras una gran novela, amor mío”, son sus palabras. “Me bastaría con escribir algo decente”, añade él mentalmente. Pero no dice nada. Simplemente la besa en la frente antes de apagar la luz, la misma luz del flexo que cada noche les acompaña en su ya habitual rato de lectura. Tan sólo unas páginas. Diez. Veinte a lo sumo. Pero siempre cumplen ese ritual. Leer, simplemente leer.

A menudo ella se desvanece nada más comenzar su lectura. Para él, leer por la noche se ha convertido en casi una necesidad desde que era un adolescente. Así ha pasado su tiempo. Ahora sus noches se llenan siempre de literatura.

No siempre. En muchas ocasiones, se deleitan el uno con el otro, acariciando sus cuerpos, mezclándose, jugando a ser uno mismo durante unos instantes breves pero eternos. Otras veces, sin embargo, simplemente leen. Y cuando el sueño aprieta, duermen. Ella es la primera en cerrar el libro y apagar la luz de su mesita de noche. Después se acurruca a su lado. Y rápidamente abandona este mundo. Más tarde, él repite la operación.

Pero no siempre leen. A veces simplemente hablan. Hay tantas cosas de qué hablar... Es el caso de esta noche.

“Me encantaría que escribieras...”

Eso, escribir. Pero no sabe qué decir. No tiene palabras. Y sin embargo, ahora piensa en ello. Esa frase le hace pensar. Piensa que tiene que escribir. Piensa que está perdiendo el tiempo. Piensa que ella tiene razón. Piensa que quiere escribir. Esa frase tan inocente pero sincera ha despertado en él las ganas de contar algo. Pero es difícil contar algo cuando no se tiene claro lo que se quiere contar.

A menudo lo ha intentado. Escribir. Lo ha intentado. Pero nada. Sólo a veces lo ha conseguido. Hilvanar unas cuantas palabras con algo de sentido. Tal vez sin ningún sentido, pero con algo de belleza.

Y entonces piensa: no todas las novelas son obras maestras. Y a continuación comienza a escribir, con la certeza de que aquello irá a parar a la papelera.

14.9.06

Quiero seguir siendo un niño

No todos los días cumplimos años, pero todos tenemos días malos. Mis amigos, al menos algunos de ellos, entenderán lo que aquí expongo. Sin embargo, hoy no es un día más. Tampoco es un día cualquiera. Hace 29 años nacía el individuo que ahora escribe estas líneas. Supongo que habrá que celebrarlo.

En aquella ocasión, el cielo se derrumbaba sobre nosotros. La tormenta duró toda la noche. Vine al mundo entre rayos, truenos y ríos de agua. Eso cuentan quienes me conocen desde el principio. “Si hubieras sido niña, te hubieran llamado Bárbara”, suele comentar a menudo mi dulce abuela Aurora. Carmen, mi otra mamá grande, recuerda con lágrimas en los ojos aquella imagen de un niño feliz, pedaleando en su triciclo bajo la lluvia de un otoño incipiente, empapado hasta los tobillos.

Pienso en mamá, en papá… Pero hoy, sobre todo, pienso en mi querida Yiya, que en días como éste, me preguntaba puntualmente: “¿Mi niño, qué quieres que te regale?”. Para ella, siempre fui un niño. A pesar de los años.

Esta será la primera vez que sople las velas sin ella. Añoraré su eterna sonrisa. Sobre la mesa faltará un regalo. Caerá la noche. Y antes de dormir, miraré al cielo para soñar con un hada madrina que siempre verá en mí a un niño. Sí, Yiya, sólo tu magia puede hacer que siga siendo un niño.

12.9.06

Volver a empezar

Más allá del horizonte no hay nada, tan sólo un puñado de deseos inalcanzables. Eso piensa mientras dirige su mirada hacia el infinito. La luz que atraviesa su habitación es demasiado tenue o no ilumina lo suficiente. Qué más da. Tampoco importa demasiado. Nada importa cuando todo ha dejado de tener sentido. Ahora se sienta frente al ordenador y comienza a escribir. Tal vez las palabras le brinden una nueva oportunidad. La literatura también puede ser mágica. Y siempre es un buen momento para volver a empezar.

10.9.06

Tarde de domingo

Mi vida aparece desordenada sobre esta mesa. Recortes de periódicos, compactos de música, bolígrafos sin tinta... Y un libro de Saramago cuya lectura concluiré en breve. Es la fotografía de una tarde de domingo. Por eso hago clic y guardo este momento en mi álbum de los recuerdos.

Ahora, mientras cae la noche, pienso en lo que esta semana ha dado de sí. Dejo atrás un viaje a Madrid, un reencuentro con viejos amigos, un concierto de Pearl Jam y unas cuantas cervezas en un sucio garito para cerrar un jueves memorable. El viernes, almuerzo y despedida. El tren regresa a Sevilla. Cae la tarde. Ana me espera en la estación. Cena para dos. Ya es sábado y hay que madrugar. Día de campo para pedalear a través de la Sierra Norte de Sevilla, recorriendo la Vía Verde que une el Cerro del Hierro y la estación de ferrocarril de Cazalla-Constantina. Habrá que repetir en primavera, cuando el sol apriete menos y todavía queden ganas para repetir. Y poco más. Salvo que en ciertas tardes de domingo me da por pensar en cosas como éstas.

6.9.06

Mi bloc, mi blog

Es curioso esto de internet. Antes tomaba notas en un pequeño bloc y ahora lo hago en este espacio, designado con un nombre muy parecido: blog. Los tiempos cambian. Sin embargo, todavía no he conseguido meterme el ordenador de sobremesa en el bolsillo. Y de momento, me resisto a llevar el portátil de aquí para allá. Prefiero un ordenador como dios manda, con una gran pantalla y un teclado adecuado. Las PDA tampoco me llaman la atención, así que tendré que seguir usando el pequeño cuaderno de toda la vida. Lo cierto, amig@, es que no se sabe cuando pueden surgir las ideas. Pero si, llegado el momento, me encuentro sentado en el banco de un parque, prefiero escribir sobre papel. Aunque el destino último de mis pensamientos -o más bien, algunos de ellos- sea esta azotea ubicada en internet.

1.9.06

Vivir soñando

Alguna vez el sol bailó con la luna. Y no era noche. Ni día. Simplemente era. Mucho tiempo después, alguien recordó lo ocurrido. Se sentó a escribir, confesando haber sido testigo de un hecho tan insólito como el descrito. Nadie le creyó. Pero no le importaba. Tal vez la gente careciera de la cordura suficiente para vivir soñando. Eso pensó, sentado frente a su escritorio, al tiempo que comprobaba en el calendario que septiembre acababa de comenzar.

31.8.06

Las azoteas dicen siempre la verdad

Trataré de explicártelo, amig@. Desde aquí lo veo todo mucho más claro, pienso con más claridad, respiro un aire mucho más puro, el cielo parece estar mucho más cerca… En ocasiones los pájaros detienen su vuelo para llegar hasta aquí, indiferentes, eligen una azotea cualquiera, a veces ésta. A veces otra. Al igual que yo. No importa de qué azotea se trate, siempre y cuando se trate de una azotea. Me gusta este lugar para escribir. Aquí cobra sentido todo lo que escribo. Desde aquí se divisan otros tejados, se contempla la vida de un modo especial. No hay mejor lugar que éste para reflexionar. Algún ilustre escritor se anticipó a afirmarlo: las azoteas dicen siempre la verdad.