22.10.06

Una azotea en el fin del mundo

El joven escritor continuó caminando hasta descubrir una azotea con vistas al vacío infinito. Fue entonces cuando se detuvo. Tal vez el mundo termine aquí, pensó, y concluyó su camino. Ante sus ojos, la inmensidad de un océano que se confunde con la línea que lo separa del cielo allá en el horizonte. A sus pies, el azote de las olas. Ha merecido la pena caminar hasta aquí, piensa en ese instante, mientras el aire frío acaricia su rostro. Sus pasos se han detenido definitivamente al borde de este precipio incomparable. Cuando era niño pensaba que el mundo no tenía límites, que la tierra era infinita y que ningún hombre sería capaz jamás de alcanzar los límites que, ahora, muchos años después, él ha conocido.

Es el momento de regresar, murmura para sí mismo, mientras se agacha para coger una piedra del suelo y lanzarla al agua. Espera unos segundos, un minuto... Pero no logra escuchar el sonido de la piedra cayendo al mar. El rugido de las olas, el viento que se hiela a cada segundo que pasa, el aleteo de las gaviotas... Todo ello forma parte de este paraíso eterno. Ahora lo sabe. Desde esta azotea no pueden contemplarse otros tejados. Tan sólo el infinito.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido, poeta. Por cierto, si tan poeta te sientes y tan bellos versos compones...

Un abrazo desde el límite del mal

Anónimo dijo...

Tu escrito me hizo regresar, con la imaginación al faro de Finisterre...
Gracias por la visita y por tus bellas palabras.

sb dijo...

es extraño, también yo he pensado en finiterre.. por suerte para mi el mundo sigue siendo algo infinito ...

el mono azul dijo...

Hasta un instante es infinito.

a veces yo dijo...

Finisterre... Tengo pendiente una visita. Dicen que es uno de los lugares en que el mundo acaba. La imagen pertenece a los Cliffs de Moher, en el oeste Irlanda. Os lo recomiendo... infinitamente.