Ya no recuerdo en qué momento de mi vida leer se convirtió en una de mis mayores aficiones. Mi amor por los libros fue en aumento conforme yo iba creciendo. Poco a poco fui convirtiendo la lectura en un lugar para la evasión. En cada página descubría un nuevo mundo. Y ciertos fragmentos de texto pasaban a ser verdaderas lecciones de vida.
Por su belleza, por el mensaje que transmitían, por el momento en que las leí, muchas palabras han cobrado un especial sentido para mí a lo largo de los años. He olvidado también el instante y el impulso que me llevó a coger por primera vez un lápiz y subrayar determinados fragmentos de un libro. Subrayaba ciertas palabras que me habían llamado la atención para que no quedaran en el olvido. Para volver a ellas en cualquier otro momento futuro.
Con el tiempo, acompañé el acto de subrayar doblando la esquina superior de la página en la que aparecía el texto en cuestión. Ese impulso se convirtió en un hábito. Y ese hábito, en una manía. Hoy por hoy, algunas páginas de muchos de mis libros tienen las esquinas dobladas. Son el fruto de una extraña pero reconfortante manía.
Ahora, sentado frente a mi ordenador, como tantas otras veces, me da por pensar en algunos cambios para este blog. Uno de ellos tiene que ver con dar cabida en él a esos fragmentos de libros en los que alguna vez, a lo largo de los años, me he detenido.
Acababa de alcanzar la mayoría de edad, cuando descubrí un libro que cambiaría mi vida. Con la cabeza repleta de sueños insulsos, factibles e inalcanzables, y el corazón luchando por hacerse un hueco en una lucha de corazones leí esto...
Qué es lo que te convierte en una leyenda, que tu nombre sea repetido por mil personas una sola vez o que una sola persona repita tu nombre mil veces.
(Héroes, Ray Loriga)