15.6.07

Con los pies en el cielo

Mi vida cambió cuando aprendí a volar. Desde el cielo, todo se ve diferente. Los edificios, las personas y los coches se vuelven más pequeños. Los sueños se hacen más grandes.

Volar es muy parecido a caminar: puedes mirar hacia arriba o puedes mirar hacia abajo, pero siempre es preferible dirigir la mirada hacia adelante. Otro consejo imprescindible: hay que intentar mantener el equilibrio en todo momento. Para ello es aconsejable abrir bien los brazos y no dejarse llevar por la emoción cuando el cuerpo experimente la sensación de ingravidez. A partir de ahí, lo mejor es cantar. No, silbar no. Silbar no es aconsejable. Lo que debes hacer es cantar, simplemente cantar. No importa que desafines. Lo importante es dejarse llevar. Hay que cantar con el corazón, no con el oído. Sólo así podrás desayunar un trozo de nube o acariciar el suelo con las manos sin apoyar los pies. Déjate llevar. Sólo así aprenderás a volar. Sólo así cambiará tu vida.

P.D: Ahora tengo los pies en el cielo y la cabeza en las nubes. Hay quien me critica por ello. Pero no me importa. Volar es una experiencia maravillosa.

5.6.07

Un cuento de hadas

A menudo me gusta creer que todo es mentira y que juegas a esconderte en algún rincón secreto de mi pequeña azotea. Te busco, pero no te encuentro. Mi mirada se pierde en el horizonte tras sortear cientos de tejados. Pero no apareces.

Entonces trato de imaginar dónde te has escondido. Y te imagino volando muy cerca del sol. O atravesando océanos infinitos, sumergida entre las aguas, contemplando una inmensa alfombra de coral que cubre el fondo marino. Te imagino descubriendo los lugares que siempre soñaste con descubrir. Te imagino sonriente, disfrutando casi a escondidas de la calada de un cigarro. Te imagino con un libro de cuentos entre las manos, junto a tus niños, aquellos para los que siempre fuiste como una madre. Te imagino caminando por las calles. O compartiendo una cerveza con los amigos. Te imagino sentada en tu sillón de piel, al calor de una estufa, abrigada siempre, como si el invierno nunca se acabara. Te imagino a mi lado, charlando, coleccionando en capítulos los últimos días de mi vida. O prometiéndome que pronto vendrás a Sevilla para olvidar, junto a mí, a ese cruel aliado que es el agobio. Pero todo es una ilusión. Y no apareces.

He intentado ser fuerte, pero he vuelto a derrumbarme al ver tu sonrisa eterna en una foto que dejaste. Procuro olvidarte, pero la memoria siempre vence en la penúltima batalla. A veces suena el teléfono, pero tu voz nunca aparece al otro lado. Y pasan los días.

Hay momentos en que la vida se tiñe de negro y todo parece real. El calendario se detiene en un día como éste. Y entonces desapareces. Para siempre. Pero yo juego a creer que todo es mentira, que la vida es un cuento, mientras me susurras al oído que eres mi hada madrina. Por eso no puedo verte.

Te quiero, Yiya...
Dondequiera que estés.