14.3.07

Paisajes desde el tren

Está bien eso de que en el tren cada cual pueda escuchar lo que le plazca a través del hilo musical. Tan sólo bastan unos auriculares. Los hay que se decantan por ver la película proyectada en los monitores que cuelgan del techo. Insisto, hay quienes se decantan por ver la película. Y hay quienes, además de verla, también la escuchan con sus auriculares. Todo eso pienso mientras contemplo el paisaje a través de la ventana. Los postes de electricidad se suceden a una velocidad pasmosa. A medida que transcurre menos de un segundo, aparece un nuevo poste, de tal modo que cada diez segundos han hecho acto de presencia catorce postes de electricidad. Son cálculos que ahora realizo mentalmente.

Mientras, en el vagón número seis del tren de alta velocidad que ha salido de Madrid con dirección a Sevilla, cada cual mata el tiempo a su manera. Excepto yo. Yo no concibo matar el tiempo porque adoro los viajes en tren. Y porque detesto matar el tiempo. Aprovecho cada momento de mi viaje, a razón de ochenta y cuatro postes de electricidad por minuto, según cálculos aproximados. Finalmente, el tren llega a su destino. Y han sido miles, tal vez millones, los postes de electricidad que han podido verse a través de la ventana a lo largo del trayecto.